Por un plato de lentejas y 30 monedas de plata
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La condición de servidumbre en la cual los dos últimos gobiernos han puesto al país respecto de China es inaceptable.
Toda proclama de soberanía suena hueca cuando se tiene un poderoso acreedor que cobra en términos abusivos. Que presta dineros amarrados y le gusta practicar una suerte de neocolonialismo financiero. El mayor comprador de algunos productos a cuyos exportadores los pone en jaque cada vez que se le ocurre (incluyendo el pretexto del corona virus del cual ellos fueron los vectores). Es, con largo, el mayor Vendedor y por ello, gran captador de capitales ecuatorianos.
Y, como conclusión de la dominación, son los chinos los que, año a año, lideran la flota de corsarios que viene a depredar la fauna marítima de nuestro océano. Los peces y demás especies marítimas no conocen los términos de la Convemar y se mueven de acuerdo a las leyes de la naturaleza para caer en las redes de cientos de kilómetros que tienden aquellos a quienes para nada les importa la afectación de los ecosistemas planetarios.
El triste estado de la Nación queda evidenciado con un gobierno taimado, gobierno que contrasta claramente con el liderazgo que otrora un líder de la estatura de Velasco Ibarra, enfrentando una aún mayor condición de asimetría, mostró cuando debió enfrentar el poderío americano para, con el paso de los años, prevalecer en la Guerra del Atún.
Es prueba plena de que la fuerza moral prevalece, cuando no se tiene rabo de paja o se es digno, condición siempre preferible a aquella de vender el alma al diablo por unas monedas de plata y un plato de lentejas.
